La motricidad es una facultad desarrollada a través del sistema nervioso central, articulaciones y músculos, que permite realizar adecuadamente movimientos del cuerpo y extremidades. Pero para tratar la psicomotricidad en niños, es necesario hablar sobre motricidad fina y gruesa.
A continuación, encontrarás toda la información que necesitas sobre este tema.
Tal como mencionamos, la motricidad es la capacidad de desarrollar gestos y movimientos.
Los niños desde pequeños comienzan a realizar acciones que requieren esfuerzos combinados entre pequeños y grandes grupos musculares.
Por ello, es necesario que conozcas la diferencia entre la motricidad fina y la gruesa:
Las actividades de motricidad fina agrupan todos los pequeños movimientos que realizan los bebés con los labios, lengua, manos, muñecas, dedos de las manos y los pies, etc.
Se trata de acciones pequeñas, pero significativas, por ejemplo, tomar objetos o alimentos con el dedo índice y pulgar, o usar labios y lengua para sentir o saborear.
Por otra parte, la motricidad gruesa emplea grandes grupos musculares para realizar actividades, como caminar, saltar o incluso escalar.
Esta motricidad se desarrolla desde los primeros meses de vida del bebé, en actividades como gatear, arrastrarse o girarse, lo cual les permite aprender a desarrollar fuerza, agilidad y a mantener el equilibrio.
Los dos tipos de motricidad son fundamentales en el desarrollo del niño y vitales para su posterior aprendizaje.
Cuando un bebé nace, su cerebro no se encuentra lo suficientemente maduro como para tener control total de sus movimientos, sin embargo, para que el bebé pueda realizar cosas por sí mismo, necesitará usar habilidades finas y gruesas juntas.
En el caso de la motricidad gruesa, su importancia radica en que el niño podrá controlar su cuerpo.
La razón es que, aunque es cierto que algunos niños suelen sentarse o caminar más rápido que otros, algunos pueden presentar dificultades a la hora de saltar o mantener el equilibrio con un solo pie, por ejemplo.
Las actividades de motricidad fina, por su parte, le ayudan a emplear herramientas importantes para el aprendizaje, como lápices, tijeras o pinceles, pudiendo así mejorar su coordinación entre ojos y manos para escribir, pintar o dibujar.
Incentivar el desarrollo de la motricidad fina y gruesa evitará que el niño se sienta inseguro en la escuela, por ejemplo, o en el parque.
Existen ciertas actividades y ejercicios que se pueden realizar para ayudarles a desarrollar ambas motricidades:
Realiza juegos o actividades sencillas con el niño, tales como dar palmadas o hacer torres con cubos o piezas encajables.
Mientras lo realizas, ve reduciendo poco a poco la ayuda que le prestes, de modo que pueda ir realizándolas de manera gradual e independiente.
Otra forma de estimular la capacidad motora del niño es realizando actividades donde deba abrir y cerrar envases, pidiéndole, por ejemplo, que los llene o los vacíe.
También guardar juguetes rodando, empujando o simplemente trasladando, es una buena actividad.
Anima al niño a utilizar las escaleras alternando ambos pies, asociando la actividad a la diversión.
Escalar, jugar a la rayuela, caminar, correr o trotar, también son excelentes acciones para desarrollar la motricidad en niños y, además, son juegos que suelen gustarles mucho.
Cuando el infante esté más grande, puedes disponer de hojas blancas y con un lápiz dibujar un camino o una figura, para que con plastilina el niño lo rellene.
Otra actividad similar es la de los goteros, que puedes realizarla empleando tintes de colores y pidiéndole al niño que, por ejemplo, vierta en un envase cinco gotas de tinte azul.
Es importante no limitar el desarrollo de estas destrezas en el riesgo de caer en la sobre protección.
Aprender a vestirse solo, comer o cepillarse los dientes, son acciones valiosas que le permitirán ir perfeccionando sus habilidades.
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